Vivimos en la era de la tecnología y en la cultura de la imagen. Los medios audiovisuales hechizan a las personas y las estancan frente a la pantalla durante horas, brindando productos de la más diversa índole, cada vez más complejos y personalizados. La televisión se encuentra en casi todos los hogares del país, y el avance de Internet es inexorable.
La gran novedad de la televisión digital reside en implantar el concepto de interactividad en un medio pasivo. Esta primicia tendrá una emanación directa en el aspecto económico y en el de la producción, que por la interactividad llevará a un aumento de la demanda en el contexto de la convergencia entre los tres grandes sectores: televisión, telecomunicaciones e informática. La llegada de la digitalización, al igual que todas las innovaciones tecnológicas, no es un fenómeno repentino, sino un fenómeno en continuidad con las grandes tendencias que recorren el sector desde hace años de forma paralela y solapándose: “multiplicación y especialización creciente de la oferta; segmentación paralela de los consumidores; avance de la lógica de pago por el consumidor; concentración creciente y globalización de los productos, las programaciones y los capitales” (Bustamante, 1999, pp. 171-172).
El receptor se sitúa más cerca del epicentro del sistema televisivo, ya que su presencia es más activa debido a la creciente participación del público en la televisión. Esto se produce en gran medida, gracias a la utilización de las nuevas tecnologías, como en el caso de la utilización de los mensajes a móviles y las llamadas telefónicas, que además ayudan a aumentar sus fuentes de ingresos. Los telespectadores pueden opinar sobre un contenido televisivo mediante un mensaje sms a un número corto que aparece sobreimpreso. Estos mensajes entran en un sistema llamado VectorChat, que es una plataforma de fácil uso que permite incorporar los mensajes enviados por la audencia. Unos segundos más tarde, los retiene o incorpora inmediatamente al programa. Existe un filtro humano que selecciona que mensajes aparecerán en pantalla y cuáles no.
Este incremento de la interactividad, que se espera culmine con la llegada de la televisión digital, viene determinada al igual que la oferta por las necesidades del emisor. Carlos María Arnanz, señala que en la actualidad “la autonomía del consumidor final puede ser pequeña y mediatizada, y su capacidad de decisión puede parecer poco crítica o alienada, pero con frecuencia tiene efectos demoledores sobre los productos televisuales” (Arnanz, 2002, p. 23).
El receptor siempre va a estar condicionado por la oferta, pero suyo va a ser siempre el mayor poder; “ante todo es él quien conecta su televisor como sujeto operatorio, quien cambia de cadena o apaga el aparato y quien interpreta” (Bueno, 2000, pp. 329-330). El poder reside en esta capacidad de apagar la televisión apretando un botón.
La clave del nuevo negocio de la televisión digital va estar en la distribución, ya que como indican los estudios del profesor Bustamante, por las propias especificidades del mercado de la televisión los costes fijos son elevados pero el coste marginal es mulo (Bustamante, 1999). En la televisión digital precisamente destaca la posibilidad de nuevas formas de distribución. Pero lo que está claro es que algo hay que distribuir, y si hay algo en lo que coinciden los especialistas en la materia es en que el que controle los contenidos tendrá el poder.
Sin contenidos no se venden receptores y como señala Emili Prado “la convergencia tecnológica requiere un ritmo más pausado que el impuesto por las expectativas económicas, no es viable la convergencia sino se hace sobre la base de una oferta de contenidos y servicios sólida... la variable de más peso son los contenidos” (Prado, 2002, p. 177). De momento el problema es que la digitalización ha dado como consecuencia una multiplicación de canales pero la mayoría de los contenidos que circulan por ellos son del mismo tipo, cuando no exactamente los mismos. Situándonos en la importancia de poseer los contenidos, es desde donde se puede ver el papel tan importante que desempeñan las productoras independientes en la actualidad, que junto con los pequeños productores a nivel local, como pueden generar las televisiones locales y regionales, están llamados a desempeñar un importante papel en un futuro que ya ha comenzado.
La calidad de un programa de televisión depende más de la creatividad y de la intencionalidad de su autor y de la disposición del canal que lo emite que de los avances tecnológicos que utilicemos. Podemos tener una tecnología extraordinaria, y a la vez unas ideas y una disposición tan lamentable como algunas de las que ahora conocemos. Con la televisión digital habrá nuevas posibilidades creativas, pero parece que los programas “basura” que tanto éxito tienen seguirán existiendo en la nueva televisión. Lo más positivo de la nueva fórmula está en que facilita la existencia de un telespectador más activo, que puede seleccionar mejor lo que quiere ver y a la vez podrá participar en la programación.
Referencias Bibliográficas y Webgrafía:
Bustamante, E. (1999). La televisión económica. Financiación, estrategias y mercados. Barcelona: Gedisa.
Arnanz, C. M. (2002). Negocios de televisión. Transformaciones del valor en el modelo digital. Barcelona: Gedisa.
Bueno, G. (2000): Televisión: Apariencia y Verdad. Barcelona: Gedisa.
Prado, E. (2002): "La televisión del siglo XXI: entre la espectacularización de la realidad y la realidad espectacular", en P. Lobatón (ed.): La Televisión en tiempos de guerra, Madrid : Gedisa.
La gran novedad de la televisión digital reside en implantar el concepto de interactividad en un medio pasivo. Esta primicia tendrá una emanación directa en el aspecto económico y en el de la producción, que por la interactividad llevará a un aumento de la demanda en el contexto de la convergencia entre los tres grandes sectores: televisión, telecomunicaciones e informática. La llegada de la digitalización, al igual que todas las innovaciones tecnológicas, no es un fenómeno repentino, sino un fenómeno en continuidad con las grandes tendencias que recorren el sector desde hace años de forma paralela y solapándose: “multiplicación y especialización creciente de la oferta; segmentación paralela de los consumidores; avance de la lógica de pago por el consumidor; concentración creciente y globalización de los productos, las programaciones y los capitales” (Bustamante, 1999, pp. 171-172).
El receptor se sitúa más cerca del epicentro del sistema televisivo, ya que su presencia es más activa debido a la creciente participación del público en la televisión. Esto se produce en gran medida, gracias a la utilización de las nuevas tecnologías, como en el caso de la utilización de los mensajes a móviles y las llamadas telefónicas, que además ayudan a aumentar sus fuentes de ingresos. Los telespectadores pueden opinar sobre un contenido televisivo mediante un mensaje sms a un número corto que aparece sobreimpreso. Estos mensajes entran en un sistema llamado VectorChat, que es una plataforma de fácil uso que permite incorporar los mensajes enviados por la audencia. Unos segundos más tarde, los retiene o incorpora inmediatamente al programa. Existe un filtro humano que selecciona que mensajes aparecerán en pantalla y cuáles no.
Este incremento de la interactividad, que se espera culmine con la llegada de la televisión digital, viene determinada al igual que la oferta por las necesidades del emisor. Carlos María Arnanz, señala que en la actualidad “la autonomía del consumidor final puede ser pequeña y mediatizada, y su capacidad de decisión puede parecer poco crítica o alienada, pero con frecuencia tiene efectos demoledores sobre los productos televisuales” (Arnanz, 2002, p. 23).
El receptor siempre va a estar condicionado por la oferta, pero suyo va a ser siempre el mayor poder; “ante todo es él quien conecta su televisor como sujeto operatorio, quien cambia de cadena o apaga el aparato y quien interpreta” (Bueno, 2000, pp. 329-330). El poder reside en esta capacidad de apagar la televisión apretando un botón.
La clave del nuevo negocio de la televisión digital va estar en la distribución, ya que como indican los estudios del profesor Bustamante, por las propias especificidades del mercado de la televisión los costes fijos son elevados pero el coste marginal es mulo (Bustamante, 1999). En la televisión digital precisamente destaca la posibilidad de nuevas formas de distribución. Pero lo que está claro es que algo hay que distribuir, y si hay algo en lo que coinciden los especialistas en la materia es en que el que controle los contenidos tendrá el poder.
Sin contenidos no se venden receptores y como señala Emili Prado “la convergencia tecnológica requiere un ritmo más pausado que el impuesto por las expectativas económicas, no es viable la convergencia sino se hace sobre la base de una oferta de contenidos y servicios sólida... la variable de más peso son los contenidos” (Prado, 2002, p. 177). De momento el problema es que la digitalización ha dado como consecuencia una multiplicación de canales pero la mayoría de los contenidos que circulan por ellos son del mismo tipo, cuando no exactamente los mismos. Situándonos en la importancia de poseer los contenidos, es desde donde se puede ver el papel tan importante que desempeñan las productoras independientes en la actualidad, que junto con los pequeños productores a nivel local, como pueden generar las televisiones locales y regionales, están llamados a desempeñar un importante papel en un futuro que ya ha comenzado.
La calidad de un programa de televisión depende más de la creatividad y de la intencionalidad de su autor y de la disposición del canal que lo emite que de los avances tecnológicos que utilicemos. Podemos tener una tecnología extraordinaria, y a la vez unas ideas y una disposición tan lamentable como algunas de las que ahora conocemos. Con la televisión digital habrá nuevas posibilidades creativas, pero parece que los programas “basura” que tanto éxito tienen seguirán existiendo en la nueva televisión. Lo más positivo de la nueva fórmula está en que facilita la existencia de un telespectador más activo, que puede seleccionar mejor lo que quiere ver y a la vez podrá participar en la programación.
Referencias Bibliográficas y Webgrafía:
Bustamante, E. (1999). La televisión económica. Financiación, estrategias y mercados. Barcelona: Gedisa.
Arnanz, C. M. (2002). Negocios de televisión. Transformaciones del valor en el modelo digital. Barcelona: Gedisa.
Bueno, G. (2000): Televisión: Apariencia y Verdad. Barcelona: Gedisa.
Prado, E. (2002): "La televisión del siglo XXI: entre la espectacularización de la realidad y la realidad espectacular", en P. Lobatón (ed.): La Televisión en tiempos de guerra, Madrid : Gedisa.
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